Queridos amigos, colaboradores, padrinos, perdonen el largo silencio durante este período. Perdón por no darte noticias. Como en el resto del mundo, nuestras dificultades durante este año y medio parecían no terminar nunca.
En primer lugar, la dificultad desde el inicio de acceder a las favelas para dar asistencia a los niños cuando sus trabajadores sociales, debido al gran riesgo de contagio, no se sentían en condiciones de acudir personalmente. Sin embargo, gracias a los voluntarios y policías, siempre nos hemos mantenido cerca de la mayoría de ellos y les puedo asegurar que nunca ha faltado la comida, ni a nuestros niños ni a sus familias.
Lamentablemente, la distancia de nuestros hijos de nuestro hogar de ancianos, que permaneció casi aislado durante mucho tiempo, ha llevado a muchos de ellos a un agravamiento tanto de su estado psicológico como de su salud y algunos de ellos lamentablemente fallecieron en este período.
Finalmente, luego de muchas batallas legales, el «San Michele» logró reabrir sus puertas hace unas semanas en una realidad brasileña donde la mayoría de las instituciones permanecen cerradas hasta hoy. Obviamente volvimos a empezar con medidas de seguridad que incluyen mascarillas, alcohol y medidas que no siempre son efectivas, especialmente con niños pequeños. Tuvimos que reducir a la mitad la capacidad de los autobuses para realizar algunas de las actividades, aunque las actividades deportivas, por ejemplo, siguen estando prohibidas.
Lo que dificulta aún más nuestro trabajo, en realidad, es la prohibición de abrazarlos, quizás la herramienta más eficaz para rescatar, sobre todo en este momento, las heridas que nuestros pequeños cobran en la vida. Quería agradecerles en nombre de todos los niños por no habernos olvidado en este momento oscuro también para Italia.
Si durante tanto tiempo hemos sabido hacer frente a esta tragedia, se lo debemos a usted a quien quisiera expresar todo nuestro reconocimiento y cariño. Te agradezco y te abrazo de corazón. Mil gracias.
